domingo, 17 de marzo de 2019

La vitalidad de la democracia depende de la fuerza de la Constitución

Los resultados de las elecciones de 2018 implicaron importantes cambios en el sistema político mexicano. Estos cambios parecen conducirnos hacia nuevos debates sobre la idoneidad de las instituciones que tenemos para mejorar la calidad de nuestra democracia y para resolver los problemas tan graves que atraviesa nuestra sociedad. Ello nos lleva, necesariamente, al análisis de la Constitución de 1917, el documento fundacional del Estado mexicano, definitorio de nuestra realidad política, económica y social.

Nuestra Constitución es una de las grandes constituciones del siglo XX, de los documentos escritos con la intención de transformar una realidad social. Esta ha sido, al mismo tiempo, su gran virtud y su punto débil, exponiéndola a constantes ajustes y reformas que, al día de hoy, son más de 700. 

Sin embargo, nuestra visión de las reformas no necesariamente debe ser negativa y, mas bien, debe responder a la valoración de la función de la propia Constitución. La valoración es positiva, sireconocemos que la Carta Magna, como documento fundacional de un Estado y de una nación, debe tener la capacidad de adaptarse, sin perder su esencia, a las condiciones cambiantes y exigencias de la sociedad. Esa flexibilidad nos permitió adecuar el texto constitucional para crear un nuevo sistema político y electoral que tuviera la capacidad de responder a las libertades, derechos y exigencias de la ciudadanía democrática. 

En este sentido, las modificaciones, en especial las introducidas en las últimas décadas, fueron encaminadas a construir nuestra democracia:fortalecer el Estado de derecho y ampliar la esfera de derechos de las personas y los mecanismos de su protección. Con ello se refleja el verdadero espíritu del constitucionalismo y su misión de proteger la legalidad y los derechos, imponiendo límites al ejercicio del poder y eliminando la posibilidad de actuación arbitraria, en aras de proteger los derechos y, en términos más amplios, someter la política al Derecho.

Podemos decir que el fundamento sobre el cual construimos el nuevo orden constitucional es el respeto amplio y profundo de los derechos humanosPor ello, podemos y debemos estar orgullosos de los avances del constitucionalismo mexicano. Al mismo tiempo, debemos ser conscientes de los peligros a los que este enfrenta

Recientes discusiones, pero también las experiencias que viven otros países alrededor del mundo, nos demuestran lo frágil que puede ser la democracia constitucional. Podemos observar algunos países que parecían ser ejemplos exitosos de las transiciones democráticas de la tercera ola, y que, sin embargo,han padecido gobiernos con tendencias autoritarias que, para ampliar la esfera del poder ejecutivo han minimizado el sistema de control convencional y constitucional, nos debe llevar a una nueva reflexión sobre la solidez de las garantías que hemos construido. La fortaleza de las leyes e instituciones democráticas y electorales está en riesgo si no se vela por ella. 

Ejemplos mundiales nos demuestran que, en ocasiones, cuando las fuerzas políticas internas no tienen un compromiso real con la democracia y sus valores, los mecanismos de control y protección de la Constitución se tornan marcadamente insuficientes. Esto nos lleva a la reflexión sobre la importancia de la Constitución y del papel que debe desempeñar la justicia constitucional en una democracia. Formulo tres anotaciones fundamentales. 

Primera, debemos recordar que el Estado de derecho, al igual que la democracia, no nos están dados una vez por todas. Son ideales a alcanzar, que nos deben guiar en este camino en permanente construcción. No podemos, no debemos nunca abandonar este camino. 

Segunda, el Derecho y los órganos de su protección son –somos– frágiles. Su actuación, su independencia, su capacidad de desempeñar las funciones dependen, por un lado, de las garantías establecidas en la Constitución y, por otro, del compromiso de las personas que las integran, y de quienes integran los otros poderes. Los derechos y el Estado de derecho necesitan de constante protección y vigilancia, por lo que debemos recordar que las libertades que no sepamos proteger hoy serán los males sociales demañana.

Tercera, los abogados no debemos guardar silencio ante las injusticias y ante las violaciones a los derechos. Desde la abogacía, desde las instituciones y desde la academia, con independencia de la función que nos toca ejercer en la democracia, debemos mantener el compromiso con el Estado de derecho y con los valores democráticos. 

Todos, los representantes y gobernantes, las y los jueces, la ciudadanía y la academia debemos serconscientes de estos peligros y unirnos en torno a la Constitución y a los valores e ideales que el constitucionalismo propugna: libertades y derechos individuales y el respeto a la diversidad. Es la única vía de preservar lo que, como nación, hemos logrado, y avanzar en la solución de los problemas que aún nos aquejan.

1 comentario:

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