A propósito de la toma de protesta de la LXIV Legislatura del Congreso de la Unión, les comparto este breve texto sobre los logros en materia de paridad y, mi reflexión respecto al reparto y uso del poder.
En Diario de un mal año, uno de los personajes del escritor sudafricano y premio nobel de literatura, J.M Coetzee, afirma: “la experiencia me dice que lo malo de la política es el mismo poder”.
Por mi parte, encuentro que lo malo de la política es el reparto del poder y la forma en que el mismo se ejerce.
Por mucho tiempo las mujeres hemos estado excluidas de la repartición del poder y de la responsabilidad pública que ello implica. Ello, pese a que nosotras también hicimos posible que los espacios de deliberación y toma de decisiones existieran. Si las mujeres no nos hubiéramos hecho cargo de las labores de cuidado que nos fueron asignadas estereotípicamente a partir de nuestros cuerpos, hubiese sido imposible que los varones tuvieran la oportunidad de generar ideas, debatirlas e implementarlas.
De ahí la importancia del Derecho como una herramienta de reivindicación y vía para materializar la igualdad. El Derecho ha permitido diseñar medidas para garantizar que en la repartición del poder se tome en cuenta a las mujeres y se introduzcan al ámbito público sus saberes, trayectorias, proyectos y expectativas.
Por ejemplo, al Senado, “la primera mujer ingresó apenas en 1964. En las dos primeras ocasiones las mujeres senadoras únicamente alcanzaron a ocupar un promedio de 3% de los escaños; de 1970 a 1980, las mujeres representaron el 8.5 por ciento del Senado y de finales de los años ochenta hasta el 2000, alcanzaron una presencia promedio del 15.4 %”[1]. Muy alejado de lo que podríamos esperar respecto a representación de las mujeres, considerando que somos más de la mitad de la población.
A partir de la reforma electoral de 1993, México emprendió la ruta de las acciones afirmativas, encaminadas a igualar las posibilidades de acceso a los cargos de elección popular.
En 1990 el porcentaje de mujeres en la Cámara de Diputados fue de 12.4 por ciento. Con la implementación de la cuota introducida por la reforma de 1993, su participación osciló alrededor del 15%, con lo que se demuestra que no se estaba logrando incrementar su presencia de manera importante.
No es sino hasta la cuota de género y su evolución en los años 90 y 2000, tema al que dedicaré de manera más amplia una siguiente entrada, que, como los resultados electorales han demostrado, las medidas afirmativas que se han tomado para lograr la paridad han empezado a funcionar.
Gracias a la Reforma Electoral de 2014, que estableció en la Constitución el principio de paridad de género en la representación política, se ha avanzado en el caso de la distribución porcentual de las diputaciones en los congresos estatales.
En ese sentido, hoy, podemos ver los avances que los mecanismos para instrumentalizar la paridad por fin logran materializarse en un congreso con 241 mujeres y 259 hombres[2].
Como recordaba en una de mis primeras entradas Sobre democracia paritaria[3] al hacer referencia a Norberto Bobbio, si los derechos humanos se han erigido en uno de los principales indicadores del progreso histórico, entonces el número de mujeres participando en política constituye un indicador sobre la calidad de la democracia
Por ello, con orgullo podemos afirmar que, como lo demuestra la toma de protesta del congreso de este 2018, nuestra democracia está fortalecida.
Otro indicador fundamental de la calidad de la democracia en cuanto a paridad será la posibilidad de que las mujeres ejerzan efectivamente el poder y que puedan influir en la toma de decisiones. Ello, deberá analizarse tomando en cuenta los costos que tienen que pagar cuando ocupan un cargo público, así como las formas burdas y veladas de discriminación y/o de violencia de la que son objeto.
La evaluación de la inclusión de mujeres en el Congreso también deberá revisar no sólo si les fue posible ejercer el poder de forma real y efectiva, sino si la agenda de género y sus reivindicaciones se vieron reflejadas en el quehacer legislativo.
En estas elecciones se ha logrado garantizar que el reparto del poder implique a las mujeres. Ahora, se debe garantizar que la forma en que se ejerza sea en condiciones de igualdad y libre de violencia.
Lo que viene, tiene que hacer posible que, además de que las personas que están en cargos logren trazar y trascender en sus proyectos, quienes las y los eligieron puedan, a su vez, lograrlo. Esa es la dialéctica de la representación.
Así, trasladando las palabras de Simone de Beauvoir a las cuestiones que les he planteado, la justificación de la política tendría que encontrarse en abrir a las personas –representantes y representadas- "un porvenir infinitamente abierto que permita el perpetuo avance a otras libertades".[4]
[1] Peschard 2003, 13-14
[2] http://www5.diputados.gob.mx/index.php/esl/Comunicacion/Boletines/2018/Agosto/29/0001-Quedo-instalada-la-LXIV-Legislatura-de-la-Camara-de-Diputados-preside-la-Mesa-Directiva-Porfirio-Munoz-Ledo
[3] http://www.janineotalora.com/2018/05/sobre-democracia-paritaria-33.html
[4] Beauvoir 1949, 11