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miércoles, 15 de agosto de 2018

Foro de 'Participación política de la juventud universitaria'. 15/08/18

El pasado domingo 12 de agosto se conmemoró en todo el mundo el Día Internacional de la Juventud. Por tal motivo, expreso mis mayores felicitaciones a todas las jóvenes y a todos los jóvenes que nos acompañan en este día.


Sin lugar a dudas, la juventud es sinónimo de entusiasmo y de energía; de esperanza y de ideales. Es tal vez la mejor etapa en la vida de cada persona.

Desde 1985, cuando la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas celebró el Año Internacional de la Juventud, los distintos países del mundo han subrayado la importancia de la participación de la juventud en la construcción del futuro de la humanidad, así como en las tareas de cada nación.[1]

Y, sin duda, una de las vías para la participación y contribución de los jóvenes al bien común o al interés general, es a través de la política. Por eso celebro, que el foro lleve por título: Participación Política de la Juventud Universitaria.

Hay que empezar señalando que la participación política de los jóvenes no siempre fue bien vista en nuestro país. Más bien se le veía con recelo, desconfianza y hasta con temor.

A este respecto, hoy quisiera recordar algunas fechas cruciales en las que la participación estudiantil y política de los jóvenes universitarios inquietó al régimen y en las que, de alguna manera, se sembró la semilla democrática que hoy ha germinado.

El primer año que quisiera mencionar es 1929, cuando estalló una huelga estudiantil en la entonces Universidad Nacional de México. Esa huelga estuvo encabezada por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y la Escuela Nacional Preparatoria[2].

Cabe señalar que aquél era un año en el que el régimen dominante, surgido de la Revolución, se hallaba en riesgo: en 1928 había sido asesinado el presidente electo Álvaro Obregón y en 1929 confluyeron conflictos armados como la Cristiada y la rebelión escobarista[3], así como la campaña electoral para elegir un nuevo presidente de la República, en la que compitieron el candidato oficial Pascual Ortiz Rubio y el candidato opositor José Vasconcelos.

Aunque en un principio la exigencia de los estudiantes iba dirigida a impedir modificaciones en el sistema de calificaciones o el plan de estudios, el movimiento se fue orientando hacia la autonomía universitaria.

Posiblemente por temor a que el movimiento estudiantil alimentara los movimientos opositores al régimen, el Presidente Emilio Portes Gil decidió otorgar la autonomía a la universidad, que pasó así a convertirse en nuestra orgullosa Universidad Nacional Autónoma de México. Desde entonces, la autonomía ha sido un pilar indiscutible de la UNAM.

Sin embargo, algunos universitarios decidieron apoyar a José Vasconcelos en su campaña electoral y en su desafío democrático al régimen[4]. Y poco antes de las elecciones de noviembre de 1929 fue asesinado uno de ellos: Germán de Campo; hecho que impresionó e hirió a muchos de sus amigos como Alejandro Gómez Arias[5], cabeza del movimiento estudiantil del 29, Adolfo López Mateos[6], futuro presidente de la República, y el escritor Andrés Henestrosa.

Más tarde, en 1933 y 1934, el Presidente Abelardo L. Rodríguez reabrió el tema de la autonomía universitaria, tratando de desincorporar a la Universidad del presupuesto público y otorgándole un patrimonio restringido para que iniciara su vida independiente.

En la Universidad se debatía en aquel entonces, con ánimos encendidos, entre la libertad de cátedra y la educación socialista. Ante este debate político, la medida de alguna manera se trató de una dura presión económica sobre la autonomía de la UNAM. Afortunadamente, la Universidad resistió a través de la unión de sus autoridades, maestros y alumnos, hasta que dicha medida fue abandonada por los subsiguientes gobiernos.[7]

Pero, sin lugar a dudas, el rompimiento más fuerte entre el régimen y la juventud vendría en 1968 , en una serie de acontecimientos tristes y lamentables que están cumpliendo 50 años en este 2018.

La incomprensión y la cerrazón, la discriminación y el menosprecio hacia los jóvenes mexicanos tuvieron lugar en aquel fatídico año. El bazukazo a la puerta de San Ildefonso, entonces la Preparatoria Uno; la represión en el Zócalo el 27 de agosto de aquel año; y la terrible matanza de Tlatelolco, son algunos de los hechos que truncaron vidas y carreras, que aún lastiman al país y que abrieron heridas sociales que el tiempo no ha terminado ni de cerrar ni de curar.

Nunca se había dado una brecha de tales dimensiones entre los jóvenes —que pedían apertura democrática a sus demandas— y un régimen que ejerció la violencia para no ceder el poder ni un ápice.

Esta actitud se replicó con la llamada “matanza del jueves de corpus”, el 10 de junio de 1971, cuando estudiantes se manifestaron en apoyo de otros estudiantes de Nuevo León.

Es importante reflexionar que en aquellos años, la juventud no encontró vías para discrepar o disentir. La libertad de expresión, de manifestación y la participación política se pagó con la intolerancia y la cruel represión.

Por ello, muchos jóvenes que no encontraron opciones frente a un régimen cerrado decidieron optar por el camino armado. De esta manera, muchos universitarios nutrieron los grupos guerrilleros de los setenta y principios de los ochenta.

La incomprensión era tal, que en un informe de gobierno —en 1974— el presidente de aquel entonces explicaba que en su origen familiar estaba la causa de que los jóvenes hubieran tomado la vía de las armas y cito:

“Surgidos de hogares generalmente en proceso de disolución, creados en un ambiente de irresponsabilidad familiar, víctimas de la falta de coordinación entre padres y maestros, mayoritariamente niños que fueron de lento aprendizaje; adolescentes con un mayor grado de inadaptación en la generalidad…”[8], cierro la cita que no merece mayor comentario.
No obstante estos tristes y lamentables hechos, hay que mencionar y reconocer que la participación de los jóvenes —desde 1968— fue el principal catalizador para impulsar la democracia en nuestro país.

Y si hoy tenemos un sistema democrático con sólidas instituciones electorales; si hoy se respeta el derecho de sufragio universal, libre, secreto y directo; y si hoy contamos con elecciones auténticas… es en gran parte, gracias a la lucha política de los jóvenes mexicanos a través del tiempo; es gracias al duro costo que ellos pagaron en angustia, sangre y sufrimiento.

Y es manifiesto que no siempre tuvimos elecciones auténticas en nuestro país. Los comicios que hemos referido de 1929, e incluso procesos electorales recientes, son una muestra de ello.

La importancia de tener elecciones auténticas la explica claramente
José Woldenberg en su libro “Cartas a una joven desencantada con la democracia” y cito:

“Las elecciones son una construcción civilizatoria, el único método que permite la coexistencia y competencia de opciones políticas no sólo diferenciadas, sino incluso enfrentadas. Se trata de la fórmula que permite la sustitución  de los gobernantes sin derramamiento de sangre […]; que presupone que la diversidad política es un capital que debe ser preservado y que es menester edificar un cauce para su expresión; que intenta construir un puente entre gobernantes y gobernados […]: que permite el ejercicio amplio de las libertades; que desata adhesiones, esperanzas, energías sociales; que nos obliga a vivir y convivir con los otros, en el entendido de que esos otros tienen una existencia legítima”.[9]

De esta manera, le debemos a los jóvenes de generaciones pasadas su esfuerzo y su lucha para que las generaciones de hoy contemos con elecciones auténticas y, a la vez, para que estas elecciones sean hoy la vía pertinente y propicia para la participación de los jóvenes.

Lo constatamos en el reciente proceso electoral. Muchos jóvenes participaron como candidatas y candidatos o bien como estrategas e ideólogos en las campañas.

Muchos jóvenes expresaron en el debate público no sólo las necesidades y problemáticas de la juventud, sino del país en su conjunto. Además, aportaron sus propuestas para la toma de decisiones y las políticas públicas.

Los jóvenes también se expresaron ampliamente en redes sociales y en las plazas públicas, generando así debates y corrientes de opinión.

Es verdad que la democracia es un modelo de gobierno muy antiguo, pero a la vez sigue siendo el mejor sistema de gobierno para respetar y preservar las libertades y los derechos de todas y todos; y destacadamente las libertades y los derechos las y los jóvenes.

¿Por qué la democracia es el mejor sistema para los jóvenes? Porque es el que respeta su individualidad y su identidad, su derecho a manifestarse y asociarse, su derecho a expresarse y publicar sus ideas, su derecho a votar y a ser votados.

La democracia ha demostrado a través de los siglos que es un sistema que se renueva y rejuvenece para mantenerse actual y vigente. Basta ver la historia de México de los últimos 40 años.

Por eso, los jóvenes deben monitorizar y dar seguimiento a sus representantes, a fin de que rindan cuentas y comprueben que ejercen adecuadamente el mandato que la ciudadanía les ha otorgado; mientras que la democracia, por su parte, es un sistema para elegir o reemplazar a dichos representantes.

La democracia permite que las cosas buenas sucedan. La democracia es idealista como deben serlo los jóvenes y como debemos serlo todas y todos. La democracia impulsa el respeto a la diversidad y a la pluralidad política. La democracia impulsa la tolerancia, el diálogo y la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres; entre jóvenes y adultos mayores; entre las personas del campo y la ciudad.

finalizo diciendo que México las y los necesita y los necesita participando políticamente, impulsando todas las causas democráticas.

Si existía una percepción de que las instituciones no funcionan, me parece, que la jornada electoral que acaba de pasar, puede dispersar cualquier duda. La democracia sí funciona.

Aún hay muchas tareas que realizar para hacer de México un país más justo, más libre y más igualitario. Su esfuerzo es fundamental para que juntos alcancemos, como nación, un mejor destino.

La historia continúa escribiéndose y ustedes son sus protagonistas.

Muchas gracias.

[1] Resolución 40/12 de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, del 18 de noviembre de 1985, Año Internacional de la Juventud: Participación, Desarrollo, Paz. Disponible en: http://www.cinu.mx/minisitio/UNjuventud/docs/Resolucion40_14.pdf
[2] Campos, Alfonso M. y Juan Molinar H. “El movimiento estudiantil y la autonomía universitaria”. Disponible en: http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/files/journals/1/articles/10849/public/10849-16247-1-PB.pdf
[3] El general obregonista Gonzalo Escobar encabezó una rebelión contra Plutarco Elías Calles por no estar de acuerdo en la designación de Emilio Portes Gil como presidente interino.
[4] Véase: https://www.nexos.com.mx/?p=7393
[5] Véase: https://www.proceso.com.mx/154587/conocer-la-pequena-historia-interpretar-la-realidad-busqueda-y-fin-de-alejandro-gomez-arias
[6] Véase: http://www.memoriapoliticademexico.org/Biografias/LMA09.html
[7] Véase: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-26982004000100010
[8]http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1974_81/Cuarto_Informe_de_Gobierno_del_presidente_Luis_Ech_1212.shtml
[9] Woldenberg, José, Cartas a una joven desencantada con la democracia, México, Sexto Piso, 2017, pp. 77-78.

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